Nicolas Berggruen y Nathan Gardels exhortan a Occidente y Oriente a aprender de los éxitos recíprocos para afrontar los nuevos retos globales
El siglo XX asistió al ascenso y poderoso auge global de las democracias liberales. Tras vencer al nazifascismo y después del colapso de la Unión Soviética, el modelo político occidental adquirió una preeminencia absoluta, y atrajo a un cada vez mayor número de países en su estela. Su dominio era tal que Francis Fukuyama llegó a proclamar el “fin de la historia”. El amanecer del siglo XXI, sin embargo, está poniendo en evidencia inquietantes grietas en ese modelo. Frente a los devastadores golpes de la crisis económica, muchos Estados occidentales renquean en la búsqueda de soluciones, enmarañados en actitudes cortoplacistas, secuestrados por miopes intereses partidistas, chantajeados por poderosos grupos de presión, asustados por el creciente malestar social. Todo ello mientras, en el otro extremo del mapa, China prosigue firme en su exorbitante senda de desarrollo y crecimiento. Un progreso admirable, obtenido, sin embargo, en un sistema sin libertad política y con severas restricciones a la libertad de expresión.
Nicolas Berggruen y Nathan Gardels han presentado este jueves en Madrid el libro Gobernanza inteligente para el siglo XXI. Una vía intermedia entre Occidente y Oriente (Taurus), su reflexión sobre las virtudes y defectos de ambos sistemas, y sobre cómo aprovechar los respectivos éxitos para desarrollar formas de gobernanza más adaptadas a los retos de la era moderna. Berggruen es presidente delinstituto que lleva su nombre —un centro dedicado al estudio de modelos de gobierno eficientes— y un inversor internacional con una destacada participación en PRISA, grupo editor de EL PAÍS. Gardels es director de la revista New Perspectives Quarterly y autor de numerosos libros y análisis sobre asuntos globales. En el acto de presentación del libro, moderado por la directora de El Huffington Post, Montserrat Domínguez, han participado el expresidente del Gobierno español Felipe González y el presidente de PRISA, Juan Luis Cebrián.
Berggruen ha destacado la complementaria asimetría entre Occidente y Oriente, de la que ambos pueden aprender. “Por un lado, Europa y EE UU se hallan en una clara crisis de gobernanza. En las democracias occidentales el poder tiene legitimidad pero no logra implementar cambios estructurales fundamentales. Por el otro, China experimenta un gran crecimiento, toma eficazmente medidas a largo plazo, pero con el bienestar se enfrenta a crecientes demandas de transparencia, control sobre el poder y participación ciudadana, cualidades propias de la democracia”.
Juan Luis Cebrián ha observado que “la crisis, la falta de regulación, el cortoplacismo y el exceso de burocracia han hecho que la democracia esté perdiendo prestigio. Esto hace que las nuevas generaciones duden de ella. Por el otro lado, hay un modelo chino que consigue respuestas rápidas. Naturalmente, hay críticas contra el mandarinato chino. Pero, en el fondo, ¿qué es la troika? ¿Qué fue el Gobierno de Monti? Creo que todo el sistema de representación política es lo que está en cuestión y la idea de que la extensión global de la democracia sea un hecho inevitable es falsa y estúpida”.
“El desafío de las democracias es doble”, ha apuntado Gardels. “Por un lado, debe satisfacer las demandas de mayor participación ciudadana, devolver hacia abajo todo lo que se pueda resolver a escala local; por el otro, hacia arriba, lograr aislar de la presión cortoplacista la toma de decisiones esenciales para el futuro de la colectividad”.
“Yo siempre he pensado que la democracia tiene la capacidad de autorregenerarse”, ha comentado González. “Pero es verdad que hay una crisis. Basta con ver a Obama, que acaba de ser reelegido, paralizado por una vetocracia que le impide subir el techo de deuda y que le obliga a pactar hasta descafeinar todas las políticas que ha prometido”. “En cierto sentido”, ha proseguido González, “Occidente está muriendo de éxito. Ganó la Guerra Fría. Ganó la carrera tecnológica. El mundo actual es el resultado paradójico de esas victorias: ahora los países emergentes avanzan con capitalismo y tecnología”.
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